Let's dance in style, let's dance for a while. Heaven can wait, we're only watching the skies. Hoping for the best but expecting the worst. Are you gonna drop the bomb or not? Let us die young or let us live forever. We don't have the power but we never say never. Sitting in a sandpit, life is a short trip. The music's for the sad man. [...] Some are like water, some are like the heat. Some are a melody and some are the beat. Sooner or later they all will be gone. Why don't they stay young? It's hard to get old without a cause, I don't want to perish like a fading horse. Youth is like diamonds in the sun, and diamonds are forever. [...] So many adventures couldn't happen today, so many songs we forgot to play, so many dreams are swinging out of the blue. We let them come true. Forever young, I wanna be forever young. Do you really want to live forever? Forever or never.

jueves, 22 de marzo de 2012

Diario de un retorno: Día 3.

10/3/2012

Acabamos de llegar. No sé exactamente a hora, pero ya es de noche. El tema es que mi viejo tuvo que remolcar a mi tío desde las afueras de Sapucai hasta San Lorenzo, más o menos a 30 km/h. Es que se descompuso su camioneta y ni siquiera arrancaba. En fin, fue un largo y lento trayecto así que intente dormirme. Ni siquiera me acuerdo si pude. Lo lindo de este día es que, primero, desayuné mate cocido con leche y chipa acá en lo de mis tíos, y después desayunamos de nuevo los tres -mis viejos y yo- en el mercado de Paraguari. También probamos suerte y jugamos a la quinela -seguimos sin saber los resultados. Después de ahí fuimos hacia la casa de mi abuela. Tuvimos que tomar otro camino porque el que normalmente usamos tiene un puente que ahora está en reconstrucción.

Cuando estábamos llegando, mi viejo por querer avanzar más llevó a la camioneta a meterse en un pozo. Afortunadamente sólo fue la rueda delantera izquierda y después la sacaron. Fuimos caminando el corto trayecto faltante.

Al llegar se me vinieron muchísimos recuerdos a la mente, tantos que si me los pongo a escribir me tomaría al menos diez hojas. Ahí ahora vive una vecina con su esposo y sus hijos. La encontré igual que siempre a pesar de los años. A la que sí me sorprendí de ver fue a mi compañera de juegos de la infancia: su hija, Mayra. ¡Ya tiene 15 años! Pff, yo misma estoy por cumplir 18 y me sorprendo. También tiene otros cuatro hijos: Matías de 12 años, que ya trabaja en una gomería; Mauro de 6 años -que cumplió ayer-; Diego de 4 y Milagros de 2 añitos. Ella tiene una parálisis en la mitad izquierda del cuerpo, pero casi ni se le nota, ¡y es una lindura!

Tomamos tereré y después almorzamos y tomamos licuado de naranja -estaba buenísimo. Charlamos y después nos fuimos a ver el puente. Cuando volvimos pasamos por la casa de la vecina -la mamá de la mujer que ahora vive en lo de mi abuela, que por cierto, en mis épocas de primaria fue una especie de niñera para mí- y pasamos a saludar. Mauro y Diego me llevaron a recorrer la casa para que le saque fotos a los animales porque se dieron cuenta que me encanta sacar fotos.

¡Vimos a Pancho! Es el loro de la abuela de los chicos, y lo observamos mientras se daba un baño. De vuelta a la casa le propuse a Mayra pintarnos las uñas: ella se pintó de rojo y yo de dorado y arriba nos pusimos el cráquel. Así siguió la tarde, tranquila, hasta que ¡oh por Dios! ¡Monté por primera vez a caballo! Plata era su nombre. Antes tenían otro caballo cuyo nombre era Oro. Tengo que admitir que estaba bastante nerviosa, pero al fin lo hice. No resultó tan difícil como siempre lo imaginé, aunque di sólo una vuelta. También jugué al fútbol con Mauro y voley con Mayra y Matías. Por cierto, tienen cinco perros: Tom, Tigre, Kaiser, Pirulo y Pelusa.

Lo triste fue encontrarnos con que varias cosas de la casa no estaban: el horno de barro, el corral, las cañas de bambú que crecían al fondo... Pero lo bueno fue que saqué muchas fotos. El bosquecillo de al lado me hacía sentir como si estuviera en una de las arenas preparadas por el Capitolio en Los Juegos del Hambre. Tenía la sensación de que en algún momento iba a aparecer la mismísima Katniss de entre los árboles. En cambio la casa en si me hacía sentir como si viviera en la Veta.

Después vino mi tío y nos fuimos, y pasó lo del principio. Ahora estamos acostados, y por cierto, ¡vino mi otro primo! -trabaja lejos durante toda la semana- y me alegra ver que sigue tan cálido y simpático como siempre. Hasta recordó el nombre que yo le había puesto a la primera camioneta de mi papá.

En fin, ahora tenemos que dormir para levantarnos temprano e irnos a casa de mi otra tía por su cumpleaños. No me entusiasma mucho la idea, verdaderamente. También tuve un problema con la cámara. Sólo espero que no se hayan borrado todas las fotos.

domingo, 18 de marzo de 2012

Diario de un retorno: Día 2.

9/3/2012

Hoy no volví a desayunar. Al menos no como suelo hacerlo en casa. Salimos con mi tía al centro para hacer unos trámites y de paso salir a comer algo como desayuno. Acá desayunan comidas como si fuera el almuerzo, después suelen tomar tereré. Mis viejos y mi tía comieron pescado con salsa blanca y arroz, y yo opté por dos porciones de tarta. Resultó ser que el dueño del lugar era peruano. Nos fuimos y mientras mi viejo terminaba de hacer un trámite nosotras nos sentamos en una vereda a tomar tereré. Después volvimos y almorzamos a eso de las dos.

Me quedé pensando en unas carteras que vimos y unos zapatos del local de al lado que me gustaron. Presiento que acá me va a salir la compradora compulsiva de adentro.

Después de comer mis viejos salieron con mi primo y yo me quedé. Me acosté a dormir, aunque me costó conciliar el sueño. Lo hice más por obligación que por tener sueño porque me quedé sola con mi tía y como sé que ella tiene muchas cosas que hacer preferí no molestarla y acostarme. Cuando volvieron mi mamá me mostró un vestido que se compró. Yo seguí acostada un rato más hasta que mi viejo me vino a despertar.

Me levanté sin ganas y con un dolor en la mano derecha. Seguramente de dibujar. Quedé bastante satisfecha con el día de hoy: tuve más comunicación con mi tía y mi primo y me reí bastante. Mi tío no está, se fue hacia su estancia para organizar su ganado y creo que no vuelve hasta pasado mañana.

Antes de cenar tomé unas cervezas con mi viejo y mi primo y fue bastante agradable, todo mientras escuchábamos los gritos de los hinchas en el bar del frente -hoy había partido. También presenciamos un choque, nada grave pero un choque al fin. Lo loco de acá es que en el centro la gente maneja a lo Meteoro y nadie tiene seguro. Tampoco hay muchos semáforos.

Hace un rato cenamos y ya estamos acostados. Es enserio eso de que el cambio horario te afecta, aunque ni siquiera hay diferencia horario de Paraguay con Argentina.

Mañana nos levantamos temprano porque nos vamos a lo que era la cada de mi abuela. Cargué las pilas de la cámara porque pienso sacar varias fotos -nunca se sabe cuándo uno va a volver- y tenerlas de recuerdo. Hace muchísimo que no visito esa casa en medio del campo con vista a un cerro y cerca de un bosque y un pequeño arroyo. Lástima que nos vamos a quedar sólo un rato. Cuando mi abuela vivía las cosas eran tan diferentes... En fin, me voy a acostar, si no mañana no me levanta nadie.

Ah, por cierto, hoy casi me pica un tábano.

Diario de un retorno: Día 1.

8/3/2012

Llegamos ayer. Antes de pasar la frontera, nos quedamos un rato en casa de una tía que vive en Clorinda. Hace muchísimo tiempo que no la vemos y sin embargo para nosotros sigue igual que siempre. Nos refrescamos un poco y después ya nos pusimos en marcha de nuevo.

¿Cómo fue el viaje? Tranquilo, a veces movido, monótono. Para resumirlo en una palabra: campo. La mayoría del trayecto recorrido era puro y exclusivo campo, sin nada más para ver. Lo interesante fue cuando estábamos saliendo de Buenos Aires yendo hacia Rosario: nos perdimos. Nos desviamos del camino y después no podíamos encontrar el correcto. Terminó siendo como yo decía.

En fin, paramos a almorzar cuando estuvimos en Santa Fe y seguimos. Dormimos en una estación de servicio, continuamos y llegamos a Chaco. Después siguió Formosa y finalmente lo que conté al principio. Nos tardamos dos horas en llegar a lo de mi tío, acá en San Lorenzo (Paraguay), debido al tráfico y en parte a que mi viejo no recordaba bien el camino. Por cierto, vinimos en camioneta, mi papá se compró una hace poco.

En fin, henos aquí, los tres juntos después de casi siete años sin venir desde que falleció mi abuela. Hace un rato terminamos de cenar; antes vi una película: Inocencia Robada. Lamentablemente no pude ver el final porque mi tía ya estaba poniendo la mesa, pero pienso buscarla cuando volvamos y verla completa. Está buena, tiene sus años pero es interesante. Actúa Kate Beckinsale y esa actriz que hizo de Katherine Bruster en Terminator 3 -nunca puedo recordar su nombre.

Ahora estoy acá, en mi cuarto, donde duermo con mi vieja escribiendo esto. Hace mucho no reproducía lo vivido/pensado por escrito. Es el primer día y ya tengo ganas de volver. Nada es como recordaba, todo parecía ser más fácil y divertido cuando era chiquita. Mis primos ahora trabajan y casi nunca están. Todos hablan en la lengua nacional y como yo nunca aprendí no entiendo nada, lo que contribuye a mi aburrimiento. Para colmo el cyber que solía estar enfrente cerró hace años, por lo tanto estoy incomunicada.

Mañana vamos a comprar un chip para el celular así al menos por mensaje puedo molestar a alguien. Mi vieja se siente igual que yo: aburrida. Espero distraerme un poco mañana por el centro viendo qué comprar y eso, pero lo más seguro es que termine irritada por el absurdamente fuerte calor. Fácil, la temperatura podría alcanzar los cuarenta grados.

Ya estamos todos acostados, todos se levantan temprano mañana, y a mí, a las once y media, ya me está agarrando sueño. Sí, ya sé, es probable que sea cierto lo del fin del mundo. Imagínense: ayer me fui a dormir a las diez. El sábado probablemente vayamos a casa de mi abuela -que ahora está ocupada por una vecina- y el domingo a lo de otra tía por su cumpleaños. No me emociona ninguna idea -bueno, la del sábado un poquito- pero nos queda una semana y algo hay que hacer. Sinceramente extraño los viejos tiempos.